Lo que prometimos, lo cumplimos. Y lo que falta, lo vamos a lograr
Por Dolcey Torres
Hace tres años le hicimos una promesa a nuestros electores: defender la vida digna, impulsar la prosperidad y luchar desde el Congreso por los derechos de los trabajadores, la justicia social, la equidad en la vejez y, en especial, por la salud como un derecho fundamental, y no como un negocio que beneficia a unos pocos. Desde la campaña presidencial decidimos apoyar el proyecto de cambio propuesto por Gustavo Petro, por encontrarlo afín a nuestras ideas liberales, y a pesar de que ese proyecto ganó las elecciones, sabíamos que la decisión de apoyarlo no nos pondría en un camino fácil. Por eso hoy, con orgullo y convicción, podemos decir que tanto el gobierno del cambio como nosotros estamos cumpliendo nuestra palabra.
Desde la Cámara de Representantes hemos respaldado con firmeza las reformas estructurales que el país clamaba desde hace décadas. En estos tres años logramos avances históricos que no pueden ser invisibilizados por quienes se resisten al cambio. Aprobamos una reforma tributaria progresiva, que por primera vez hace que quienes más tienen paguen más, que beneficia a las pequeñas y medianas empresas, y que fortalece la capacidad del Estado para cumplir su función redistributiva.
Más recientemente, celebramos la aprobación de la reforma laboral, que devuelve derechos fundamentales a la clase trabajadora: contratación estable, respeto a la jornada diurna, mejores condiciones para mujeres y jóvenes, y una institucionalidad laboral más sólida. Derechos que fueron arrebatados por las élites políticas, económicas y gremiales del país —o, como los he denominado antes, “los dueños del cuentazo”— bajo la falsa premisa de que así se combatiría el desempleo y la informalidad.
Justo antes de terminar la tercera legislatura, aprobamos nuevamente la reforma pensional, subsanando el debate requerido por la Corte Constitucional, y devolviendo a la vida jurídica una reforma justa y solidaria que amplía la cobertura, protege a los más vulnerables y garantiza el derecho a una vejez digna para millones de colombianos y colombianas que antes estaban condenados al abandono.
Estas transformaciones no han sido fruto del azar. Han sido posibles gracias a una coincidencia política y ética entre un sector progresista del Congreso de la República y el gobierno del presidente Gustavo Petro, basada en principios compartidos y en un propósito común: construir un país donde la vida digna sea la piedra angular de la sociedad.
Pero, sobre todo, se han logrado gracias a la resistencia del pueblo, que ha enfrentado con entereza los constantes ataques y la desinformación que, día a día, llegan desde el establecimiento político, mediático y económico del país contra la agenda de reformas sociales y todos los que osamos defenderla. Desde ese poder se intentan imponer narrativas alarmistas, convencer a la gente de que vamos rumbo al abismo, mientras torpedean los genuinos intentos de hacer de Colombia un país más equitativo y justo. Ha sido la ciudadanía, con sus movilizaciones y su anhelo de ver transformaciones reales, la que ha hecho posibles estas victorias, reflejadas incluso en el 40 % de imagen positiva que mantiene el gobierno en las encuestas.
Como siempre lo he sostenido: soy seguidor de causas, no de personas. Por eso, desde mi curul, he apoyado cada una de las iniciativas que responden a las mismas banderas que he defendido siempre: la salud como derecho, la justicia social, la dignidad del trabajo, la soberanía nacional.
Sin embargo, no podemos bajar la guardia. Nos queda un último tramo del mandato legislativo y un reto mayúsculo que aún espera ser superado: la reforma a la salud. Se trata de una reforma urgente, que busca corregir los vicios estructurales del sistema actual —un sistema enfermo con el cáncer de la intermediación financiera (EPS), que ya hizo metástasis— y que requiere de la reforma como única cura para garantizar una atención oportuna, preventiva y humanizada para todas las regiones del país. Sabemos que los intereses económicos son poderosos, pero también sabemos que del otro lado está el clamor ciudadano. No podemos permitir que el derecho a la salud siga al servicio del lucro de unos cuantos.
Este último año debe ser el tiempo de la consolidación. El momento de recoger los frutos de lo sembrado, pero también de completar la tarea histórica que nos propusimos: dejar atrás el modelo neoliberal que tanto daño ha hecho a nuestro pueblo, y cimentar una Colombia donde prime la libertad, la justicia social y la búsqueda de la felicidad.
Por eso, ad portas de iniciar esta última legislatura, reafirmo mi compromiso con esa visión de país. No claudicaremos. Seguiremos legislando con valentía, con responsabilidad y con la certeza de que estamos del lado correcto de la historia.
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